Páginas

martes, 23 de diciembre de 2014

¿Que cosa debemos saber sobre la leche y sus derivados? 1/2 Dra. Carmen Porrata Maury, PMD, Instituto Finlay, La Habana, Cuba.



La nutrición occidental dispone de una gran cantidad de información, que en muchos casos resulta contradictoria, lo cual no ha permitido que se establezcan definitivamente las bases de una alimentación sana y mucho menos de una alimentación con carácter terapéutico, como lo tiene bien definido la Medicina Tradicional China desde hace cientos de años, encontrándose la expresión máxima de esta definición en la Macrobiótica, desarrollada por Georges Ohsawa y simplificada por Mario Pianesi para su mayor entendimiento al occidente.

Una de las contradicciones y paradojas más grandes de la nutrición convencional se presenta en relación al consumo de lácteos y sus supuestos beneficios para la salud.

La leche de cada especie es el resultado de un proceso largo de evolución biológica que ha creado un alimento específico, capaz de satisfacer plenamente las necesidades nutricionales del recién nacido hasta el momento de la dentición, en que inician a comer otros alimentos.

Hay diferencias notables entre el contenido nutricional de la leche humana y las leches de otras especies. El 80 % de la leche de vaca está formada por caseína, mientras que la leche humana tiene sólo un 40 %. La leche humana tiene una menor cantidad de proteínas y prevalece la lacto albúmina que es de más fácil digestión, tiene mayor cantidad de grasas y  ácidos grasos poliinsaturados, además contiene los ácidos grasos esenciales docosaexaenoico y araquidónico, a los que se les atribuye una gran importancia para el correcto desarrollo del cerebro y la capacidad intelectual.

La leche humana contiene también factores de protección, como la inmunoglobulina IgA, anticuerpos maternos que ofrecen al lactante una inmunidad pasiva. Se pudieran citar muchas diferencias incluyendo las higiénicas y sicológicas que justifican el uso exclusivo de la leche materna en los lactantes. No obstante, la industria alimentaria continúa manipulando la leche de vaca en el intento de hacerla asemejar a la leche humana, pensando que puede igualar a la naturaleza.

El ser humano es el único mamífero que sigue tomando leche después de la dentición y peor aún, la mayoría de las veces leche de otras especies.

El consumo de leche es un mito, que ha sido muy bien utilizado por las Transnacionales.  Los Expertos, que se hacen eco de este mito, aconsejan su consumo en todas las etapas de la vida y es considerada  la principal fuente de calcio, la más rica y biodisponible. Sin embargo, son diversas las líneas alternativas de alimentación y actualmente una gran cantidad de investigadores occidentales que ven el consumo de la leche y sus derivados desde una posición mucho más crítica.

La leche de acuerdo a la teoría de lo INH y lo Yang es un alimento muy Yin (inestable, con efecto dilatante, que enfría  y acidifica) y de acuerdo a la teoría de las Cinco Transformaciones es un alimento capaz de alterar las funciones de las cinco parejas principales de órganos (riñones, hígado, corazón, páncreas y pulmones), además del sistema orto y para simpático. Debido a estas características en la Macrobiótica no se aconseja su consumo, sólo la leche materna en el niño pequeño.

La recomendación de no incluir la leche de vaca en las dietas macrobióticas era algo que me preocupó mucho cuando empecé a incursionar en este modo de alimentación. En mi experiencia profesional como docente e investigadora en el campo de la nutrición, estaba convencida de la necesidad de su consumo para la correcta formación de la masa ósea y la prevención de la osteoporosis, además de otras propiedades que occidentalmente se le atribuyen.

La duda aportada al oír otros criterios diferentes me condujeron a realizar una búsqueda bibliográfica profunda en el tema. Encontré  que efectivamente la leche no es ese alimento tan necesario e imprescindible en la dieta diaria y que por el contrario, hay bastantes evidencias científicas que relacionan su consumo con una gran cantidad de problemas (osteoporosis; enfermedad cardiovascular; cáncer de ovario, de mama y de próstata; diabetes mellitus tipo 1; intolerancia a la lactosa; toxicidad por exceso de vitamina D; contaminación; problemas en la salud de los niños, asma, entre otros).

La osteoporosis ha sido declarada por la OMS como una epidemia silente y se le atribuyen causas multifactoriales. La cantidad de calcio en la dieta ocupa un lugar protagónico en el desarrollo de la osteoporosis, por lo cual los Expertos en nutrición recomiendan el consumo de leche y sus derivados, como la principal fuente de calcio. Se parte del criterio de que una dieta sin lácteos solamente es capaz de satisfacer el 30 % de la necesidad de calcio del organismo. Sin embargo, el incremento experimentado en el consumo de lácteos en los países occidentales no ha detenido el aumento progresivo de la osteoporosis (por ej., en Italia el consumo de lácteos y derivados se ha triplicado y paradójicamente las fracturas por osteoporosis también), mientras que la osteoporosis en África donde casi no hay consumo de lácteos es mínima.

En el Harvard Nurses Health Study en que se siguió clínicamente a 75 000 mujeres durante 12 años no se encontró relación entre el aumento del consumo de lácteos y el riesgo de fracturas de cadera, por el contrario el consumo de calcio proveniente de lácteos se asoció con un riesgo de fracturas más elevado.

William Ellis, después de realizar más de 25 000 análisis de sangre, halló que los niveles más bajos de calcio correspondían a personas con la costumbre de tomar 3, 4 y hasta 5 vasos de leche al día.

Un extenso estudio epidemiológico realizado en China y Taiwán sobre varios centeneras de factores alimenticios y sicológicos demostró, entre otras cosas, el papel desmineralizante de la leche en el adulto. Cuando los chinos introducen la leche en sus dietas, se produce un aumento de la osteoporosis.

Estos resultados no deberían sorprender. Como se mencionó anteriormente, es bien conocido que la osteoporosis es una enfermedad del mundo occidental, fuerte consumidor de productos lácteos, que supuestamente la previenen.
Según investigadores de las Universidades de Taipei y Los Angeles la osteoporosis aumenta de forma espectacular en aquellas personas que sin haber tomado nunca leche animal, comienzan a tomarla.

Todo parece indicar, de acuerdo a una gran cantidad de investigaciones, que para reducir el riesgo de osteoporosis es más importante disminuir el consumo de proteínas de origen animal. De hecho, hay resultados en los que se relaciona el consumo de proteínas de origen animal con un aumento de fracturas de cadera en mujeres adultas. Estas proteínas incluyen, por supuesto, las contenidas en la leche.

Se llega entonces a un punto en que se debe reflexionar teniendo en la mano toda la información que se posee. ¿Será válido que la única vía de obtener el calcio necesario es mediante el consumo de lácteos?, ¿que es lo más importante?, ¿cubrir la necesidad de calcio o consumir lácteos?

Si realmente se desea avanzar en el campo de la nutrición hay que analizar otras formas de interpretación. La Macrobiótica ofrece esta posibilidad. Conociendo los principios de la alimentación propuesta por Mario Pianesi se puede iniciar a clasificar la información que se posee en positiva, neutra y negativa.

Es cierto que los lácteos son una buena fuente de calcio, pero no son los únicos. El calcio está también presente en los cereales integrales, en las semillas como el ajonjolí (25 g de ajonjolí aportan tanto calcio como un vaso de leche de vaca), las leguminosas, hortalizas principalmente de hojas y en las algas. Incluso, ya se ha demostrado mediante estudios de biodisponibilidad que el calcio de la col es tan biodisponible como el de la leche. Por otra parte, el alto contenido de magnesio, manganeso y silicio en los cereales integrales y el ajonjolí hace que el calcio que contienen se utilice de una forma mucho más efectiva, por lo que su efecto sobre la salud ósea es superior al de las dietas con lácteos.

Se conoce que las dietas modernas con lácteos son pobres en magnesio por lo que el calcio que aportan constituye más bien un factor de riesgo de litiasis renal y de otros tejidos blandos, así como riesgo de calcificaciones extraarticulares.
El alto contenido de proteínas en los lácteos conduce también a la formación de metabolitos acidificantes que demandan de mecanismos tampones para restablecer el valor de pH de los fluidos biológicos; uno de estos mecanismos más eficientes es la salida de calcio de los huesos, por lo que el balance final del calcio ante el consumo de lácteos se puede convertir en negativo. De esta forma la leche puede ser considerada como un alimento desmineralizante, en comparación con aquellos alimentos que dejan una menor cantidad de residuos ácidos o que tienen un menor poder acidificante (como las verduras y los cereales integrales).

Es conocido también que el exceso de proteínas produce un aumento de la excreción renal de calcio (calciuria), lo cual puede favorecer la producción de cálculos renales.

Adicionalmente hay que considerar otras enfermedades que pudieran ser estimuladas por el consumo de lácteos, como: diabetes mellitus, alergias de todo tipo, asma, intolerancia a la lactosa, dermatitis atópicas, otitis, rinitis, hiperlipidemias, hiperuricemia, insuficiencia renal, aterosclerosis, enfermedad cardiovascular, enfermedad cerebrovascular y cáncer, entre otras.

Hay evidencias crecientes de que la diabetes mellitus tipo I tiene una fuerte relación con el modo de alimentación en las etapas iniciales de la vida. Se ha encontrado una asociación directa con el consumo de leche de vaca y el desarrollo de esta enfermedad; se sugiere que su consumo puede desencadenar un proceso autoinmune dañando las células beta del páncreas. A esta información se añade que se ha encontrado una incidencia menor de diabetes mellitus tipo I en los países que tienen una menor ingestión de leche y en general una menor ingestión de proteínas de origen animal.

En relación con la intolerancia a la lactosa se conoce que hay un alto porcentaje de la población que no logra producir la enzima necesaria para procesar la lactosa contenida en la leche, principalmente las personas de origen asiático o africano, lo cual provoca una amplia gama de manifestaciones negativas gastrointestinales, como flatulencias y diarreas. La intolerancia a la lactosa es un fenómeno común en muchas poblaciones, en USA golpea a cerca del 95 % de los sujetos de origen asiático, el 74 % de los nativos, el 70 % de los sujetos de origen africano, el 53 % de origen mejicano y el 15 % de origen caucásico. 


Para aquellos que pueden digerir la lactosa, ésta se descompone en dos azúcares simples: glucosa y galactosa. La galactosa se ha implicado en el desarrollo del cáncer de ovario y de cataratas. Los niños pequeños amamantados tienen una enzima que puede romper la galactosa, pero con la edad se pierde esta capacidad.

También se describe  que ciertas proteínas de la leche pudieran atravesar en forma intacta la barrera absortiva del intestino provocando múltiples manifestaciones alérgicas a diferentes niveles del cuerpo, incluyendo el asma bronquial.

El exceso de proteínas que contiene la leche somete también a los riñones a un trabajo excesivo de filtración y excreción de todos los residuos metabólicos dados por la desaminación, lo cual puede conducir a alteraciones de la función renal y con el tiempo contribuir al desarrollo de la insuficiencia renal.

También se describe que la leche puede provocar microhemorragias a nivel digestivo favoreciendo el desarrollo de la anemia, posiblemente debido a una reacción frente a las proteínas contenidas en ésta. Otros estudios relacionan el consumo de leche con la constipación crónica en los niños.

La leche entera es rica en colesterol y grasas saturadas, por lo que su consumo puede beneficiar el desarrollo de la aterosclerosis y la enfermedad cardiovascular. Este efecto indeseable ha conducido a la recomendación de preferir el consumo de leches desgrasadas o semidesgrasadas, aún así, estas leches favorecidas no se escapan a las consecuencias negativas anteriormente descritas.

Algunos tumores como el de ovario se han relacionado fuertemente con el consumo de lácteos. Estudios realizados en la Universidad de Harvard sostienen que cuando el consumo de lácteos excede las capacidades enzimáticas de catabolizar la galactosa, ésta comienza a acumularse en sangre constituyendo un factor de riesgo de cáncer de ovario.
También hay una gran cantidad de estudios que relacionan el cáncer de mama con el consumo de lácteos, sin embargo la atención se ha centrado más en el consumo de grasas y se ha dado poca atención al riesgo que constituyen los lácteos per se. Los productos lácteos contienen hormonas, factores del crecimiento y contaminantes químicos,  adicionalmente a las grasas, que se implican en la proliferación de las células cancerosas de mama.

El cáncer de próstata y el de testículos también se ha asociado fuertemente al consumo de lácteos. Igual que para el cáncer de mama se ha encontrado una fuerte relación con una sustancia presente en la leche que se ha denominado factor del crecimiento parecido a la insulina (IGF-1). Este factor se encuentra elevado en los sujetos que consumen lácteos. Un estudio reciente muestra como sujetos masculinos que presentan concentraciones elevadas de IGF-1 tienen un riesgo 4 veces mayor de desarrollar cáncer de próstata.

Estudios recientes prestan la atención a una sustancia contenida comúnmente en los lácteos, el sialic acid N-glycolylneuraminic  (Neu5Gc) y que el organismo humano es incapaz genéticamente de producirlo. Las personas que consumen lácteos tienen cantidades variables de anticuerpos IgA, IgM y IgG contra el Neu5Gc, a niveles tan altos como los conocidos anticuerpos seño reactivos anti-galactosa. Estos resultados sugieren que el consumo, absorción y metabolismo de una sustancia que no se encuentra en el humano y que proviene de otros animales, puede provocar una reacción xenoreactiva y potencialmente autoreactiva, con la producción de anticuerpos contra la misma. Esta cadena de reacción puede verse implicada en una gran cantidad de procesos patológicos, incluyendo el cáncer. 

A estos efectos hay que añadir los que pudieran producirse debido a todas las manipulaciones químicas, físicas y de otra índole que sufren las leches en la actualidad; la mayoría de estas  manipulaciones son negativas y se inician desde el tipo de alimentación animal empleado (piensos tratados químicamente) y los tratamientos que reciben los animales (hormonas, antibióticos, antiparasitarios, etc.).  

Todos estos resultados sobre los efectos negativos del consumo de leche y sus derivados, que se han obtenido en diferentes líneas de la investigación, no se integran y se continúa repitiendo  escolásticamente la misma información de que la leche es imprescindible, incluso se  continúa orientando su consumo a los diabéticos tipo I, a partir de la consideración unilateral de que este alimento tiene un  bajo índice glucémico, y se eluden los estudios que han encontrado que el consumo de proteínas de origen animal provoca una fuerte respuesta insulinémica. Una dieta, típica occidental para el diabético, que aporta 1500 Kcal contiene 16 onzas de leche (480 g) y 5 onzas (150 g) de pescado, pollo u otras carnes, lo cual se corresponde con el 20% de la energía total y es un exceso evidente de proteínas que provocan una mayor demanda de insulina.

En muchos casos se tiende a sostener que el yogurt es mucho más sano que la leche, pues al ser un producto fermentado facilita su digestibilidad y ayuda a favorecer la flora intestinal. Debe tenerse muy claro que estas ventajas no eliminan todos los otros aspectos negativos que se describieron anteriormente. Resulta mucho más aconsejable y lógico obtener estas ventajas de otros productos fermentados de reconocida acción probiótica, a partir de vegetales, que no ofrecen riesgos colaterales en su consumo.


En el anexo 1 se presenta una comparación nutricional entre varios productos lácteos (acidificantes) y el arroz integral y una mezcla con ajonjolí (alcalinizantes).

En el anexo 2 se presenta un producto (miso) que tiene función probiótica que pudiera sustituir con creces la acción positiva que ejerce el yogurt sobre la flora bacteriana del intestino.

Terminamos recordando que la alimentación es el acto más importante para la vida, crea la vida, por lo que debe ser el acto más razonado y cauteloso de todos (Mario Pianesi).

Georges Ohsawa decía …… “Hasta el hombre más fuerte puede ser eliminado, simplemente, con una alimentación equivocada”…..
                                                                                                 

No hay comentarios:

Publicar un comentario